miércoles, 26 de junio de 2013

La buena educación

En los últimos tiempos, se viene hablando -y mucho- de los recortes en educación: cierre de escuelas rurales, eliminación de comedores, subida de las tasas académicas, endurecimiento de las condiciones para optar a las becas y un largo etc. que ponen en el disparadero al ministro Wert, quien da la impresión de crecerse con el castigo, metiéndose en todos los charcos.

Como la educación y la formación -en sentido amplio- son temas que siempre me han interesado, algo he leído en los últimos meses, buscando profundizar más allá de los titulares de prensa o las tertulias radiofónicas, que terminan en lugares comunes que no aportan ninguna alternativa a un modelo educativo que hace aguas por todas partes. En este post, compartiré con vosotros algunas de las ideas que me han hecho reflexionar.

Por ejemplo, hay evidencias empíricas de que la inversión que se hace en educación pre-escolar es mucho más rentable que la que se hace en la universidad, becas incluidas. A los 18 años, para bien o para mal, el estudiante está casi predestinado al éxito o al fracaso. A esa edad, se ha formado un concepto de la educación, que será muy distinto según el entorno familiar y social en el que se mueva y, sobre todo, de los buenos o malos maestros que haya tenido desde su infancia. 

Incluso su alimentación puede ser determinante: siguiendo con las evidencias, está demostrado que un desayuno equilibrado, que incluya frutas, hidratos de carbono y proteínas, tiene un efecto fantástico en mejorar la atención de los niños.

Y la alimentación de los hijos es responsabilidad de los padres, que, en general, ponemos muy poco esfuerzo en nuestros hijos y les dedicamos muy poco tiempo. Los aparcamos en la escuela, confiando que sea allí donde los eduquen. He leído una teoría interesante sobre el efecto de los absurdos horarios que tenemos en España sobre la mala educación que damos a nuestros hijos. Por cierto que el origen histórico de esos horarios no se remonta a la prehistoria, sino que arranca a partir de la guerra civil. ¿Para cuándo seremos europeos en esta materia?

Para terminar, una reflexión en torno a la motivación o los incentivos para estudiar. También aquí las evidencias empíricas cuestionan la eficacia de los incentivos cortoplacistas, como las becas. Está ampliamente demostrado que uno de los mejores predictores del éxito profesional -o académico- es nuestra capacidad de esforzarnos y de hacer bien las cosas en ausencia de incentivos y/o cuando no hay una recompensa inmediata. El gusto por el trabajo bien hecho.

Y eso se puede enseñar en la escuela, sí; pero donde mejor se enseña, de forma inconsciente pero absolutamente incontestable, es con el ejemplo diario de lo que los niños y los no tan niños ven hacer -y no hacer- a sus padres, en sus casas.

'La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo'  (Nelson Mandela)

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