martes, 30 de julio de 2013

Berlusconi

'Berlusconi' con su equipo
Le conocimos hace un par de años cuando nos abordó en El Puerto de la Duquesa, en Manilva, cerca de Estepona, y nos sentó en una de las mesas de Il Capitano, el restaurante que regenta en esa urbanización, siempre atestado de clientes.

Enseguida le bautizamos como Berlusconi, con quien tiene un cierto parecido físico. Bajito, muy bronceado, repeinado, aunque le raleara el pelo, con algún kilo de más, llevado con estilo y con una edad indefinible, que disimulaba con su galantería, dinamismo, desparpajo y simpatía desbordante. 

Ayer volvimos allí y nos lo encontramos con más pelo. Seguro que se ha hecho algún trasplante, porque no tiene la frente tan despejada como en la foto. 

En cuanto nos vio, abordó a mi mujer, le dio dos besos, a mí me estrechó la mano y nos invitó a sentarnos en una de las mesas que tenía libres en la amplia terraza que controla en todas las direcciones. 

Trata personalmente a todos sus clientes, les saluda, les conduce a la mesa que a él le conviene, ordena a los camareros que los atiendan de inmediato, mueve mesas, sillas y cubiertos, sin perder el ojo al pasillo por el que circulan los turistas. Toma las comandas y, después, sugiere a todos algún plato adicional, que la mayoría acepta.

La comida está bien y los precios son razonables, pero el gran atractivo de este restaurante, típicamente italiano, es ver a Berlusconi en acción, como ejemplo vivo de la rabiosa orientación al cliente... y al negocio. Mi mujer y yo la le conocíamos y nuestros hijos alucinaron al verle en acción. Un verdadero crack que hace cierta esta frase de Pío Baroja: 'Siempre es simpático el que triunfa.'

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