viernes, 23 de agosto de 2013

Raúl González Blanco

Ayer anoche, en Madrid, tras ver en el hotel la reunión de Estocolmo de la Diamond League, salí a cenar y me encontré con una multitud que bajaba hasta el Santiago Bernabeu. Muchos llevaban la camiseta con el nº 7 de Raúl. La mayoría blancas (Real Madrid), bastantes rojas (España, de antes y después de que fuera 'La Roja') y hasta alguna azul (Shalke 04).

Tuve el impulso de acercarme al Santiago Bernabeu y comprar una entrada, pero no me decidí. Era muy tarde, estaba sin cenar y hoy había que currar. Además, pienso que el coliseo blanco estaría abarrotado y que hubiera sido tarea complicada y, tal vez, onerosa.

Raúl González Blanco es uno de esos personajes que dejan huella. Para mí, el jugador franquicia de lo que -hasta que apareció Mourinho- ha representado el Real Madrid: compromiso, exigencia, competitividad, esfuerzo, fe... y oportunidad. Sí, oportunidad: estar en el sitio justo en el momento justo, anticiparse, ser proactivo, hacer lo que procede en cada momento. Sus señas de identidad.

Sus números con el Real Madrid son mareantes: 741 partidos, el que más. 323 goles, el que más. 6 Ligas. 3 Copas de Europa (a mí me gusta más que Champions League). 2 Copas Intercontinentales. 1 Supercopa de Europa. 4 Supercopas de España. Le falta una Copa del Rey, que ya nunca ganará. Y algún título con la selección, con La Roja, cuya gloria es posterior a su salida de las convocatorias.

Raúl es el paradigma del jugador de club y por eso yo sigo sin entender por qué salió del Real Madrid, en 2010, cuando, todavía, podía aportar muchísimo, como lo demostró, durante dos años, en el Shalke O4, donde, sin duda, hay un antes, un durante y un después de Raúl. ¿A quién molestaba su liderazgo?

Hace muchos años -no recuerdo de quien- leí un artículo que afirmaba que Raúl no era rápido, no tenía regate, saltaba poco, no era un buen pasador, su juego no tenía continuidad y un largo etc. de carencias, imperdonables en un jugador-estrella. Sin embargo, tenía el don de la oportunidad y la proactividad. Nadie pensaba más rápido que él, nadie se anticipaba como él, nadie 'aparecía' como él. Y nadie ha liderado al equipo como él.

Ayer lo volvió a demostrar: marcó un gol, marca de la casa; abrazó -y apoyó- a Iker Casillas, cuando los más cafres de los ultrasur le silbaban; y pasó el testigo de la camiseta con el nº 7 a Cristiano Ronaldo, la estrella del equipo... que no el líder.

Raúl no ha sido una estrella. Ha sido -y es- un mito, respetado y hasta admirado, incluso por los más antimadridistas. Un líder cuya 'aparición' en las alturas del Santiago Bernabeu esperamos, los que nos confesamos madridistas, cuando la preparación y la oportunidad se encuentren... y de eso nadie sabe más que él.

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