jueves, 3 de octubre de 2013

La taberna del río

Para los que profesamos la religión de la calidad, la cena de ayer en La Taberna del Río fue una experiencia inolvidable. Habíamos cenado muy bien, en una terraza con vistas al puente romano de Córdoba. Ensalada de espinacas, queso de cabra, tomate semi-seco, piñones y vinagreta de fresa, media ración de Berenjenas fritas, miel de Montoro y queso de cabra de Zuheros, Solomillo de cerdo a la plancha y Chipirones a la parrilla con arroz de galera. Todo por 42,30 €. 

Yo apenas probé el arroz que, para mi gusto, estaba corto de sal. Al retirar los platos, uno de los camareros que nos atendió, un joven alto y rubio, que hablaba un buen español con acento extranjero y resultó ser polaco, me preguntó, muy correctamente, por qué había dejado el arroz. Le contesté con una evasiva, diciéndole que ya estaba lleno, pero el, con la misma corrección, insistió en saber por qué apenas había probado el arroz. Entonces le dije que, para mi gusto, estaba soso. Me agradeció el comentario, que prometió trasladar a la cocina, convencido de que la opinión de los clientes, especialmente sus quejas, son el mejor camino para mejorar. Para compensarnos, por su propia iniciativa, nos invitó a sendas copitas de Pedro Ximénez. 

Nada más entrar al local, nos acogieron de forma exquisita. Nos hicieron preguntas y en función de nuestras respuestas, nos hicieron sugerencias para ayudarnos a elegir el menú. Estuvieron pendientes de nosotros sin agobiarnos y nos despidieron con la misma calidez con la que nos habían recibido.

Además de comer muy bien y de disfrutar de las vistas y el embrujo de Córdoba ¿qué más se puede pedir? Si vais a Córdoba, pasaos por allí. Disfrutaréis del entorno, de la comida y de un servicio excelente.

'La calidad nunca es un accidente; siempre es el resultado de un esfuerzo de la inteligencia.' (John Ruskin)

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