sábado, 24 de febrero de 2018

De anónimos y de trolls

Humphrey Bogart murió el 14 de enero de 1957. Por lo tanto, mientras no se demuestre que en el cielo, el infierno, el purgatorio o donde quiera que se encuentre, hay internet, es imposible que pueda hacer ningún comentario en este menos que modesto blog, en el que el pasado sábado publiqué un post titulado No hay viento favorable para el que no sabe dónde va. 

El miércoles, alguien que se identifica como Humphrey Bogart hizo un comentario, que no he publicado y he eliminado. A mi modo de ver, cuando alguien quiere discrepar, puntualizar, corregir, enmendar e incluso atacar al autor es absolutamente necesario que se identifique, porque yo no puedo debatir con una sombra y menos con un difunto.

El viernes, alguien que se identifica como Amaia hace dos comentarios. El primero dice textualmente: 'Hola ayer envié un comentario pero creo que no se ha publicado'. El segundo, es idéntico al del miércoles de Humphrey Bogart. ¿Son la misma persona? Lo de Amaia me da una pista y ahora tengo que repasar todas las Amaias que conozco. Son una cuantas.

Sin entrar en el fondo del asunto, me da que este/a Humphrey Bogart/Amaia no ha visto El motín del Caine -película que se cita al final del post, protagonizada por ese gran actor tres años antes de su muerte- porque su personaje no sale muy bien parado. Ya que ayer hablábamos de cine, os recomiendo vivamente que la veáis, porque el personaje del capitán de ese barco es la antítesis del liderazgo y la personificación de los jefes tóxicos, primera causa de deserción de las empresas.

Quienes estamos en las redes sociales, escribimos y nos exponemos con lo que escribimos, tenemos que aceptar las críticas, por duras que sean esas críticas. ¡Faltaría más! Eso sí, yo necesito saber quién me está criticando.

No sé si Humphrey Bogart/Amaia -así, en cursiva- volverá a la carga y se quejará, como han hecho antes otros trollls de que no publico sus comentarios. 

Es muy fácil, Humphrey Bogart/Amaia, identifícate. Mi escaso talento da para lo que da y las adivinanzas nunca han sido mi fuerte.

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